Chumberas: ¿Especies invasoras o promisoras?.
Recientes informes de la FAO han puesto de manifiesto ante la opinión pública la importancia del Nopal, Chumberas o Paleras (Especies Opuntia ficus-indica Mill y otras) para la agricultura de las zonas áridas con objeto de aumentar su resiliencia ante el cambio climático, y su utilidad en terrenos con problemas de fertilidad o sometidos a riesgo de erosión por episodios de lluvias torrenciales y largos periodos de sequía.
La zona de origen de estas especies es Méjico, desde donde se difundió primero a España en el Siglo XVI y posteriormente a otras zonas de la cuenca mediterránea, Australia, Sudáfrica, las costas del mar Rojo, Hawaii, Antillas (Puerto Rico), Asia occidental (Arabia, Irak, Siria) y el sudoeste de China incluyendo la parte suroriental del Tíbet .
Desde Nueva España se trajo a la Metrópoli a mediados del siglo XVI, pero no para producir «cochinilla» sino con fines agroalimentarios: frutos, higos chumbos , y forraje para el ganado en las zonas áridas donde se implantó.
La razón era que la «grana cochinilla» se producía en ultramar y se comercializaba, en régimen de monopolio, para toda Europa , siendo durante siglos la segunda mercancía , por su valor, que entraba por el puerto de Sevilla y , más tarde, por el de Cádiz.
Solamente después de la independencia de México, a partir de los años 20 del siglo XIX , se promovió , por Sociedad Económica de Amigos del País, su cultivo para obtener el colorante infectando la planta con el insecto Dactylopius Opuntiae, cultivo que se conserva todavía en alguna de las Islas Canarias.
En cuanto a la introducción en otras áreas, se produjo de la mano de las potencias antagónicas del imperio español , Inglaterra, Francia y Holanda en sus colonias ( primero en las Indias Occidentales y mas tarde en Madagascar, la India y Australia) con el fin de producir el apreciado carmín y librarse del monopolio español de este colorante.
Sin embargo, no se alcanzó el éxito en tal empresa, o al menos no totalmente, y cuando se empezó a sustituir este colorante en la industria textil por otros de origen sintético, estas plantas se convirtieron en un obstáculo para la expansión de la superficie cultivada en la mayoría de los territorios , dada su naturaleza invasora cuando se abandonaba su cultivo y se asilvestraban.
Hasta tal punto fue así que, en Australia, se consideró la necesidad de exterminar a estas especies, para lo que, en septiembre de 1912, se creó una comisión presidida por Thomas Harvey Johnston e integrada por otros dos funcionarios de alto rango, «para visitar países en los que se encuentran plantas de tuna indígenas, o se han naturalizado, con el fin de determinar si hay presencia en tales países de cualquier enemigo natural de la tuna que pueda ser utilizada para la destrucción de la planta en Queensland, y también de investigar la posibilidad de utilizar nopal con fines comerciales».
Los comisionados realizaron un larguísimo periplo por Europa, Africa, Asia y América y volvieron a Australia con un completo informe sobre cuáles eran las especies indígenas o naturalizadas en las diferentes zonas y los seres vivos que se consideraban que podían constituir el ejército exterminador de estas, entonces, molestas plantas para el desarrollo agrícola de Australia.
Unas plantas que, como nos dicen ahora los informes de FAO, pueden contribuir a la sostenibilidad alimentaria de muchas regiones . Y como muestra baste un botón: El higo chumbo y las palas de las chumberas fueron ,desde su introducción en el sureste de Madagascar, unos recursos de gran valor alimentario para personas y rebaños de cabras y vacas. Pues bien, cuando la irresposable introducción de la cochinilla pata producir colorantes en este territorio hizo que se produjese un drástico declive del recurso, se provocó una grave mortandad de animales y de mas de 50.000 personas, produciendo una gravísima crisis humanitaria.
En nuestro país está incluida, desde hace años, en el catálogo de plantas invasoras, cuestión que está siendo cuestionada por variados colectivos .
En la ficha correspondiente del referido catálogo se dice: «En zonas áridas y cálidas compite ventajosamente con la vegetación autóctona, desplazándola o impidiendo su regeneración. En nuestro país se encuentra muy extendida por el sur y la costa mediterránea, generalmente en ambientes sometidos a intensa influencia antropozoógena. No obstante, en las inmediaciones del Parque Nacional de Doñana la hemos visto invadiendo pinares de Pinus pinea L. y matorrales de Pistacia lentiscus L. También se encuentra presente en los archipiélagos balear y canario así como en las islas Columbretes y en la isla de Tabarca. En estas últimas recomendamos su eliminación dada la enorme fragilidad de los ecosistemas insulares y la facilidad de las operaciones al actuar sobre un área muy pequeña.»
Seguramente el autor de la ficha no recuerda el papel que los «frutos de la especie maldita » supusieron en la superación de los años difíciles de la posguerra y el papel que podría volver a desempeñar en estos difíciles años que se nos avecinan, si nos hubiésemos dedicado a cultivarla y cuidarla con esmero y no a permanecer impasibles ante los daños terribles que le han ocasionado en el último lustro insectos depredadores, que se citan en la propia ficha como eficaces controladores.
Desde la Fundación Foro Agrario tenemos el propósito de hacer un trabajo profundo de análisis de la situación, para que unas plantas que han colaborado a nuestra alimentación y a la de nuestra cabaña de rumiantes durante siglos , no desaparezca de nuestras tierras ni de nuestro paisajes. Pues si a ella se le exige la «limpieza de sangre» , como autóctona, tras cinco siglos de estar con nosotros, también se les debería exigir a otras que, por ignorancia, se considera que han estado siempre en nuestra piel de toro y en nuestros territorios insulares.